
Fue una etapa intensa, “admirable”, nos metimos cada cual la mano dentro de nuestras gargantas traspasando nuestro estomago llegando hasta el recto y sin mucho esfuerzo nos invertíamos hacia “El Noviciado”, éramos otros dentro de un prisma que regurgitaba miles y miles de sonidos y prácticas que aun perduran sin desvanecerse.
Migajas de cordura salpicadas con dolorosos toques de locura nos balanceaban al unísono sobre un pequeño arbusto que a duras pena nos soportaba, desfachatez desmedida nos alentaba a ir contra las paredes sin disimulo ni daño posterior, era una fuerza que nos dirigía a diestra y siniestra al azar y sin lógica alguna para estar cada vez más y más al limite y posteriormente regresar a la nada. Era la mendicidad nuestra al “todo”, no solo era experimentar por experimentar era vivirlo para contarlo era sentirlo para extrañarlo era todo para que alguna vez llegara a ser un minúsculo atisbo de nuestro pasado.
El Noviciado hoy ya no es el mismo y tampoco nosotros lo somos, mirar hacia atrás no es el camino, mirar en evolución con un morral lleno de agasajos que de allá sustrajimos sin prejuicio de lo que hoy surge en nuestra vida es la nueva trayectoria.
Emrom