
Sin afán ominoso lucubro de reacciones y tintes que la multitud a mi alrededor lleva por sobre sus hombros, veo ojos de pena en las fotos que a diario me abordan con desesperanza y dolor sin más mensajes que la mendicidad humana que se apodera de nuestros espacios.
Bajo mecanizadas escaleras que deciden nuestros rumbos en forma caprichosa y soberbia, compro habitualmente un pasquín que me da cifras y estadísticas que al grueso de las personas no les importa en lo más mínimo, me doy cuenta que se vive en un estado paralelo de la verdadera realidad sin sentimientos ni remordimientos.
Vivimos conectados a la red, escuchamos música en un reproductor digital y nuestras llamadas telefónicas están a la mano instantáneamente. No como cuando teníamos que ir a la sede del Pudahuel donde estaba uno de los pocos teléfonos de la pobla (los otros estaban donde los Jaramillo, la señora Melida y donde la guatona Norma). El email, el chat, el facebook, los blogs, las webcams, las blackberrys y hasta los iphones, nos conectan instantáneamente con nuestros receptores. Hoy no tenemos a los amigos a mano, es mucho más fácil comunicarse pero en sí es mucho más difícil estar con ellos, la soledad gran compañera nuestra ya es parte de las tecnologías, decir te quiero desde el computador desgastando los botones de un teclado no tiene gusto real, otrora la gente se daba la mano apretadamente y se decía las cosas a la cara y con corazón.
Veo ojos de pena en las fotos de los diarios y en los noticieros, veo como todos desconfían de todos, veo como nos vamos envejeciendo física y emocionalmente y nadie hace nada, yo no hago nada, tú no haces nada, él no hace nada, la gente esta acostumbrada a presionar play y seguir en su paralelismo existencial.
Emrom